Presentación del grupo de trabajo sobre los comunes

, por  Frédéric Sultan

“Se habla de bienes comúnes cada vez que una comunidad de personas es animada por el mismo deseo de tener en cuenta un recurso que ella ha heredado o que ha creado y que se organiza de manera democrática, amistosa y responsable para asegurar el éxito, el uso y la sostenibilidad por el interés general y la preocupación del vivir juntos y del bienestar de las próximas generaciones." [1] Los “comunes” dibujan un horizonte que reconstruye estas prácticas sociales para emerger un relato colectivo basado en los valores de la cooperación y el reparto para la emancipación de las personas, la solidaridad y el respeto de nuestro medioambiente.

Hoy día, la mayor parte de la población ha nacido en un mundo dominado por la ideología ultraliberal. Esta ideología, que niega el valor de la acción colectiva y de la solidaridad, destruye el vínculo social, pero también la persona y nuestro medioambiente: la Tierra. Las empresas mundiales dominan los Estados y someten a los territorios.

La sociedad civil reacciona ante la dificultad al menos de dos maneras: por la protesta y el voto extremo, pero también inventando y reinventando las formas de solidaridad y reciprocidad, de propiedad y gobierno colectivo que golpean al ritmo de las transformaciones tecnológicas, demográficas, ecológicas y mundiales. Las antiguas alternativas resisten y se inventan algunas nuevas. Ya no es necesario enumerar los ejemplos emblemáticos, ni señalar la diversidad de los ámbitos implicados. Los ciudadanos, los jóvenes, los mayores, las mujeres o los hombres, los trabajadores o voluntarios se comprometen día a día con el servicio de su comunidad. Cada una de las iniciativas, con sus características, participa en la influencia de lo común. Por supuesto, muchas de estas personas no utilizan este término para describir sus acciones, sino que reconocen su proximidad con esta noción y comprenden fácilmente lo que consiguen con ser capaces de estructurarse en torno a varias ocasiones.

Sin embargo, debemos tener en cuenta el hecho de que la adición o la yuxtaposición de iniciativas locales no tienen, por sí mismas, un efecto de transformación de la sociedad capaz de reemplazar la ideología ultraliberal y la narrativa que le acompaña.

La economía mundial se trabaja mediante fuerzas alimentadas por lo común. Una parte significativa de la economía se basa en la producción de la riqueza por parte de las personas en la red, cuyo vínculo de subordinación con la firma capitalista se distancia. Sin embargo, una gran parte de esta riqueza, por no mencionarla en su totalidad, la captan las multinacionales del dominio numérico, que han reproducido y ampliado mediante las firmas capitalistas en materia de explotación de personas, sus datos, su cuerpo, su cultura, el acaparamiento de las riquezas y el dominio de las instituciones públicas y de los estados.

La ESS forma parte de esta economía de compartir. Durante el transcurso de su historia, ha construido respuestas según las necesidades de la sociedad basadas en la solidaridad y emancipación de los trabajadores. Tiene la costumbre de razonar y actuar en propiedad colectiva e inalienable (la organización sin propiedad individual), partir del valor añadido reservado, distribución del beneficio nulo o limitado, reinversión en el proyecto social, doble cualidad de los participantes (a la vez empleado y socio, o socio y cliente, etc...). No obstante, no ha sabido o podido emanciparse de la economía capitalista, ni por supuesto imprimir una marca que la transforme en profundidad. La ESS corta el riesgo de que el poder del capitalismo financiado y no arcaico pueda explorar.

Los militantes de una economía basada en lo común han encontrado aliados junto a las colectividades locales, interesados por una capacidad renovada de los ciudadanos a colaborar entre ellos, llevar iniciativas que alimenten la economía local y a veces, reforzar sus competencias civiles y democráticas. Las experiencias significativas se multiplican en la “sharing city” (Seúl) en la "ciudad en común” (Barcelona) pasando por la “co-ciudad” (Bolonia). Pero incluso allí, las dificultades no están resueltas. Los informes del poder entre las empresas capitalistas y los ciudadanos son la mayoría del tiempo asimétricas.

De esta forma, se mantiene la cuestión de sacar la economía de lo común de una lógica de nido, o bien la reparación de los daños del capitalismo, un dominio que se ha ido gastando constantemente debido a la comercialización de lo social, medioambiente y bienes públicos complejos: sanidad, educación, formación y cualificación, alojamiento, tecnología, infraestructuras…

Esto no se podrá llevar a cabo sin invertir en el ámbito político y en el poder público. Forzar es constatar que los mecanismos de la democracia representativa y de las instituciones burocráticas que dominan el funcionamiento del Estado dañan nuestro movimiento. Las prácticas inducidas por el sistema designación/representación de los elegidos están en contradicción con el proyecto de los comunes basado en formas secundarias y repartidas de forma horizontal en el poder. Pueden hacer que los militantes pierdan sus energías. Intentar introducir progresivamente en la legislación, las enmiendas y las proporciones, todavía es un gran trabajo que requiere paciencia, puesto que se hace a una velocidad lenta y existe el riesgo de que la derecha y la extrema derecha lo sobrepasen.¿Cómo hacer de la política, es decir actuar en el seno de las instituciones para cambiar las políticas, con una actitud individual y colectiva en coherencia con el proyecto colaborativo de lo común?

Una respuesta a esta cuestión es hacer del movimiento de lo común, el crisol de proposiciones políticas que se generan del trabajo de solidaridad entre las personas y los grupos portadores de iniciativas de defensa y de desarrollo de lo común. Por tanto, no se trata de transportar la buena palabra hasta los seleccionados, o convencerlos del valor de nuestras proposiciones, sino de dar un valor a la acción colectiva y sus modalidades como medio para transformar las políticas e interrogar y reformar las instituciones en diferentes escalas.
Un proceso como este es más fácil de realizar a escala local, ya que ofrece una mayor proximidad con los seleccionados y los funcionarios, pero es imposible ignorar las escalas más grandes del Estado y supranacionales que tienen una repercusión en la escala local. Pasa también por una pedagogía sobre lo común, que no solo permite compartir las prácticas sino que legitima un modo de vida coherente con los valores de lo común. Con lo común, el movimiento social mundial se ha colocado así ante el desafío de:

  • comprender este fenómeno y alimentar las experiencias singulares que enriquecen el conjunto.
  • implantar las prácticas en un relato compartido que puede sustituir a la ideología ultraliberal.
  • contribuir a su articulación para renovar las prácticas políticas y las formas de democracia.

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