Oponerse a la hegemonía global del sistema financiero Una análisis estratégica

, por  Alain Joxe

Para definir una nueva política exterior, que se adaptaría al combate de una izquierda contemporánea contra el sector financiero, conviene dar a los sucesos que señalan el deterioro de la soberanía socioeconómica de Europa una definición gramsciana. Se trata de eludir la actual superioridad hegemónica del sistema financiero sobre el sistema económico y militar para controlarlo en las nuevas relaciones de clases que tienden a regresar al siglo XIX. El Estado, incluso republicano, desde la caída de Luis Felipe, era denunciado en 1849 por Victor Hugo como el gestor criminal de un aumento de la miseria: una violencia y un lento asesinato de las familias y de los niños del pueblo, por el hambre y la insalubridad de los cuchitriles innobles reservados a los miserables. Él reclamaba que las leyes republicanas pusieran fin a la miseria en términos absolutamente radicales.

El NO francés al referéndum de mayo de 2005 sobre la Constitución de la Unión Europea sigue siendo válido y la manera en la que fue eludido se parece a un golpe de estado. La actual situación de la política interior francesa depende estrechamente de este acontecimiento que data desde hace sólo once años. Para que los principios políticos y sociales de la izquierda francesa virtual no se hundan en la irrealidad, también sería necesaria una alianza a nivel europeo y sin duda una federación de las izquierdas europeas. Todo eso fue eludido mediante una hábil maniobra del sistema financiero e ideológico global.

En las globalizadas luchas sociales, las bases de la hegemonía ya no se basan directamente en el poder militar y económico de los países más importantes del sistema internacional. Estamos en el triunfo absoluto de la comunicación neoliberal y neodarwinista, acompañada de una veintena de pequeñas matanzas masivas, de las cuales cinco o seis se encuentran en Medio Oriente, subcontratadas normalmente por estados locales. Los actos militares de Estados Unidos parecen terminar todos por fracasos locales, excepto si se considera que las guerras de Iraq, a pesar de los discursos, fueron victoriosas desde el punto de vista neoliberal, pues el único objetivo valioso era la destrucción ejemplar de un estado nación que había logrado una transición hacia la independencia y la modernidad a partir de la nacionalización del petróleo.

La particular situación actual, dominada por las masacres de Medio Oriente, se opone a una definición de "izquierda" inmediatamente válida para la "política exterior" de una nación europea. Pienso que se debe prohibir elegir entre Assad y Daech para designar al enemigo principal. No se puede aceptar apoyar a Assad y Putin como aliados encargados de restaurar una soberanía siria; no se debería tener que escoger entre Putin y Obama para apoyar un "bando" imperial en lugar de otro. Turquía nos propone ella misma una elección binaria "turco/kurda" y otra "islamismo/kemalismo", ninguna de las dos es polaridad derecha/izquierda pura. Kemalistas y kurdos no pueden aliarse, en todo caso en la actualidad, contra el Islam. Por lo tanto, hay tres bandos. ¿Qué hacer?

Lo que debería regir toda elección de izquierda, en Medio Oriente, durante la guerra de Siria y la negociación de paz iniciada, es que nada debe basarse por realismo en el olvido del peligro de una 3ª Guerra Mundial ni en el olvido de la defensa de los derechos humanos.

El peligro de una 3ª Guerra Mundial

Se puede decir, ciertamente, que la situación que sigue a la crisis abierta en 2007-2008 se parece mucho a la del inicio de una guerra mundial, a nivel de "29-39", pero de una guerra mundial muy diferente a la Segunda Guerra. En primer lugar, no existe un Hitler, un Mussolini, ni un Franco que cubrían Europa de una amenaza de invasión fascista. Y luego, ya no existen imperios coloniales capaces de expandir la guerra europea en todos los continentes, incluso hasta durante la guerra fría. Finalmente, se puede decir que, al día de hoy, pequeños Hitler se multiplicaron en varias formas, identificables en su gusto por el genocidio y la tortura policial o militar, pero son incapaces de conquistar el mundo, estando más bien ellos mismos sometidos a la hegemonía del sistema neoliberal.

En la actual fase, asistimos a la extensión militar de las armadas criminales de Daech, como protesta, mediante el levantamiento armado, contra el dominio guerrero "occidental" sobre la región desde hace tres generaciones. Este cruento poder desafía a "Occidente", al punto de intentar crear un nuevo califato sobre el Creciente Fértil, que englobaría a todo el mundo. La operación parece condenada al fracaso por el agotamiento de toda legitimidad en las masacres, ejecuciones públicas y torturas sin límites, en nombre de la charia. Se puede esperar el futuro fracaso de Daech y el futuro fracaso de Siria masacrada de Assad como una victoria de la paz, y el posible regreso de una izquierda democrática local en las responsabilidades. Pero también existe el riesgo de que se asista más bien al regreso hegemónico del sistema financiero global bajo la forma Putin/Obama o Putin/Trump, lo que no garantiza una paz democrática y social. Por lo tanto, se puede considerar la imposibilidad de restaurar la paz en el martirizado espacio del Máshrek entregado a las impotentes presiones militares de Europa, de Rusia, de Estados Unidos y de las bandas criminales persistentes en los estados destruidos, y temer que la contaminación de la guerra se extienda hasta Irán y Asia Central, Grecia y los Balcanes sin contar Ucrania.

El escenario catástrofe

El espacio estatal y ético conservado a la izquierda comunista o socialista en los estados democráticos se restringió enormemente a medida que se extendía la economía financiarizada y deslocalizada de las grandes empresas, cuestionando las soberanías estatales y todo lo que queda del desarrollismo tercermundista.

La transnacionalización del capital acompañó el ascenso de las clases financieras dominantes al poder real. Esta nueva nobleza rentista se convirtió en "sin patria": se constata, desde entonces, la irrupción en la "política exterior" de un actor discreto, sin estatus diplomático, pero dominante. No sólo sin un centro, sino también deslocalizado, este actor no es extranjero en ninguna parte. Aparentemente sólo se impone por consenso "de colores": el consenso de los tramos superiores del empresariado global y de políticos importantes, que no es una instancia democrática y que no es un complot, sino un poder de clase. De hecho, la violencia militar y el aplastamiento de los levantamientos siguen siendo subcontratados por las guerras locales o regionales ejemplares, golpeando los territorios que rechazan ser integrados al sistema de desterritorialización.

El estado americano, el más conforme al modelo transnacional del poder financiero global, se retira tranquilamente de Medio Oriente para no ser tomado en las responsabilidades subalternas del regreso a la paz. Putin lo imita a su manera decidiendo bruscamente detener sus bombardeos en marzo de 2016 luego de haber salvado a Assad. Pero conserva sus bases militares.

Toda la carga concreta del escenario siguiente puede recaer en Europa antes de que haya llegado a unirse por el estatus confederal, hasta hace poco proyectado, que se topaba con nacionalismos y con internacionalismo financiero.

El peso de las obligaciones provenientes del estado de guerra del vecindario comienza a dividir aún más la Unión Europea en lugar de estrecharla. Al mismo tiempo, el área de reclutamiento de Daech está extendiéndose en toda Europa. Ciertamente no es un éxito islámico: es un problema suscitado en la juventud europea, privada de futuro y de grandes causas, mientras que otra fórmula ilusionista provoca a la inversa la reaparición del neonacizmo en Europa. Estas dos evasiones utópicas y criminales opuestas se fortalecen para conducir a la división de la Unión.

Se puede hablar de una "causalidad sistémica" que conduce paso a paso a un comportamiento agónico generalizado, es decir, susceptible de aumentar dentro de los estados y por la adición de vecindades de guerras locales, que llenan poco a poco las franjas ubicuas del ecúmene.

El sistema, es decir, la derecha moderna, debilitado en Europa por los choques militares y policiales puede volverse incapaz de frenar él mismo este movimiento hacia el fascismo y, por lo tanto, capaz encabezarla.

Una guerra mundial descentralizada, deslocalizada

Por lo tanto, estamos amenazados con una guerra mundial sin cabeza o más bien dotada de diez cabezas mortales, que se pueden cortar, pero de una cabeza inmortal que vuelve a crecer siempre, como la Hidra de Lerna, vencida provisoriamente por Hércules. El programa principal absolutamente urgente para una política exterior de la izquierda de la izquierda, en la actualidad es el combate por la mantención de la paz con conocimiento de la causas, es decir, de tres maneras:

  • Combatiendo sin desfallecer a los actores de extrema derecha reconocidos, a los aficionados de masacres de civiles mediante bombardeos, y a los partidarios de las torturas a muerte en los hospitales militares o a lo largo de las rutas del desierto, mientras no comiencen a negociar desarmados.
  • Procediendo paralelamente en la acusación por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad de los nuevos responsables de estos crímenes en la ONU y ante los tribunales competentes.
  • Tratando colectivamente la normal acogida de los refugiados sin dejarlos aglomerarse, de ahora en adelante, en las fronteras de Europa útil, (es decir en Grecia) y sin entregarlos al actual régimen turco que dirige una guerra interna antikurda y antiizquierda y no es un lugar "seguro" desde el punto de vista de los derechos humanos.

Pero ¿qué posturas adoptar, a pesar de todo, frente a las guerras sin fin que reinan en todas partes en los viejos continentes y qué búsqueda sobre la paz pueden ayudarnos a tomar decisiones conformes a lo que se quiere calificar de izquierda?

Las guerras en tres bandos: generalizadas

En este trágico momento, está en camino una toma de consciencia: es que es el sistema neoliberal el que produce indirecta o directamente conflictos violentos, en todos los niveles de relaciones - continentes, federaciones, naciones, provincias, comunas -, y en todos los niveles de identidades "culturales" (políticos, lingüísticos, religiosos).

Y todo aquello, se ve desde la ventana de arriba, la de los dirigentes a nivel mundial, y también de la ventana de abajo, la de la opinión popular, pues este peligro no está realmente escondido, sino censurado, incluso por investigadores que se empecinan en creer que todo pasa aún a nivel de la ventana de en medio, es decir, de las ceremonias diplomáticas de la sociedad de los Estados.

Quedarse al nivel de las "políticas exteriores de los estados" permite describir las actuales guerras que tienen su origen y su desembocadura en Medio Oriente. Es censurar el hecho de que el planeta, por primera vez, está siendo dominado por una clase social global, que busca el debilitamiento de los estados. Aunque las mismas causas produzcan efectos diferentes según el lugar, todos estamos amenazados por una especie de guerra civil latente que, por sus causas globales, desborda las definiciones "insulares" de cada estado.

Sabemos que una guerra mundial siempre fue una violencia extrema contra los civiles de ambos bandos, pero actualmente, y contrario a las guerras de antaño, hay más bien tres bandos en todos los conflictos regionales, como consecuencia del surgimiento de un bando religioso que, teóricamente y teológicamente, se muestra universal, como el capital: es el Islam extremista del Medio Oriente. La complejidad proviene también de otras razones, históricas, culturales, locales.

Esta estrategia "ternaria" emerge en parte de ciertas elecciones estratégicas. En Iraq por ejemplo, Estados Unidos busca crear abiertamente tres territorios autónomos (Kurdistán, Chiistán, Sunistán), apoyándose en los chiítas, minoritarios. Una máquina de guerras civiles que, a la larga, apuntaba sin duda a "liberar el petróleo" bajo mediación americana. En Siria, donde se opone la tríada Assad (supuestamente chiíta), anti Assad (sunitas), Daech (sunitas criminales), la guerra se caracteriza también por la intrusión de tres grandes fracciones de la plutocracia global, estas mismas en relaciones antagónicas sobre ciertos puntos (Rusia de Putín, Europa, Estados Unidos). La oposición de los aliados musulmanes de Estados Unidos a la estructura colonial de Israel forma localmente una tríada incompleta (Israel, Irán, Arabia Saudita) que juega su rol en segundo plano.

Esta tríada no es una "moda", sino una definición primordial de la complejidad combinatoria. Forma parte de un paradigma estratégico fundamental destinado a proteger la hegemonía financiera global mediante la complejidad de las alianzas (lo que vulgarmente se llama "divide y vencerás") y poner obstáculos a una polarización geográfica binaria simple. También surgen oposiciones ternarias en los sistemas internos; en Francia con (izquierda, derecha, FN) y en Estados Unidos (demócratas, republicanos, Trump). Es el producto, más o menos consciente, por el hecho de que en un sistema realmente deslocalizado, de dominación por clases mundiales "sin casa ni hogar", políticamente irresponsables, se busca evitar que las oposiciones locales se conviertan en oposiciones globales, binarias: las clases ricas contra las clases pobres. Colapso del poder hegemónico consensual de las finanzas. Por lo tanto, peligro de guerra mundial.

La bipolarización militar de la época de la guerra fría fue enfriada por la bipolaridad nuclear (las bombas se neutralizan recíprocamente como elemento de disuasión).

Las guerras locales sólo se puede enfriar calentándolas localmente de una manera imposible de reproducir en otra parte, al menos como modelo universal de rebelión.

Hoy, el sistema financiero no busca explícitamente la guerra en tres bandos, sino que provoca y prefiere esta pesadilla, siempre proclamada local, a la pesadilla de la guerra mundial de clases, binaria, mala para los negocios y que crea pedidos y obras de estado poderosos (intervencionismo para compra de armas, destrucciones, reconstrucciones) que son pecados graves para la religión neoliberal.

Las amenazas de conflictos internos en Europa

La izquierda, donde quiera que esté, debe, por lo tanto, tomar en serio la amenaza de guerra civil, dispuesta en la ofensiva de la derecha: mediante las transformaciones "patronales" de las legislaciones del trabajo incluso su violación por un regreso a formas de esclavitud; mediante la disminución del presupuesto de los servicios públicos; mediante la recaudación de impuestos confiada a los empresarios; y en el caso de Europa, mediante el entrenamiento de las fuerzas armadas europeas en la represión de disturbios internos en las " war games" de la mano de obra de la OTAN. Vamos a acostumbrarnos a esta hegemonía de las "empresas financieras" que ya no son necesariamente bancos, sino organizaciones especulativas y que fingimos considerar, bajo este nombre, como empresas económicas de producción, normales.

A estas medidas concretas se añaden, la costumbre a la criminalización de los movimientos sociales, la transformación de la calle convertida en espectáculo neodarwinista: la banalización y la indiferencia creciente o fingida de los transeúntes, impotentes con respecto al espectáculo agonizante de la multitud de los barrios pobres de refugiados, reprimidos, reducidos a la mendicidad con sus hijos, en estatus de estancia precaria, que se suman a los gitanos, cesantes, los sin hogar, jóvenes delincuentes y al aumento de nazis racistas decididos a reprimirlos si se mueven hacia nosotros y a los otros países europeos.

Estas son varias máquinas para producir y gestionar la miseria local, la precariedad y la violencia y pero no empleos. La orientación de los grandes capitales lleva, quizás "muy a su pesar" hacia el levantamiento fascista.

Es en el seno de cada sociedad que hace falta que la izquierda actúe sobre la "política exterior", que sería mejor nombrar internacional . Como se ve a lo largo de nuestro análisis, es imposible separar el interior y el exterior en materia de economía, de política, de defensa y de seguridad.

Una política de políticas sociales exteriores e incluso de diplomacia interna hoy puede practicarse al nivel más elevado del sistema político, pero a la vez, también, al nivel más basista, aquél cuya importancia crece en función de la desaparición lenta de las políticas públicas.

Una dificultad, para la responsabilización de la izquierda, es que la lucha pacifista contra la guerra mundial no puede ser encarnada por un neutralismo nacional como en la Segunda Guerra Mundial o incluso en la guerra fría, pues sólo hay dos bandos . El impulso guerrero viene de la complejidad sin límites del sistema transnacional. Su ralentización también sólo podrá venir de la pertinencia sin límites de la cultura democrática popular.

¿Qué izquierdas?

En estas condiciones, la definición actual de la izquierda es principalmente pacífica (en griego iréno-poëtes: artesanos de paz) desde el punto de vista de la preocupación por mantener una consciencia de las luchas de clases. La paz es un arte necesario del conflicto social no guerrero frente a una derecha que conduce a la multiplicación de pequeñas guerras. Esta orientación pacífica no tiene nada de una voluntad de cordero que bala, que acepta, el cuchillo en la garganta, de ser bendecido por Dios. El Papa actual, un jesuita que se convierte en franciscano, parece haberlo comprendido. Es un combate que debe llevar una estrategia de resistencia real, pero sólo estamos en el inicio de una toma de consciencia.

El combate contra el sistema financiero pasara por vías inéditas. Una de las capacidades modernas es la de actuar, gracias al Internet , por adhesiones locales a convicciones transcontinentales.Es lo que acompaña por todas partes a la tendencia actual de buscar una especie de independencia política basista (pero este recurso existe en todas las corrientes ideológicas y en todos los niveles, tanto en la izquierda como en la extrema derecha y en los sectarios de Daech). La izquierda debe estar constantemente presente y ocupar su lugar en esta zona de independencia de juicio. Es un lugar que se compara con el de un tribunal penal, repentinamente proyectado al azar sobre el trono de representante del pueblo soberano. El Internet debe ser ocupado a través de los lenguajes persistentes de la izquierda, y a través de sus lenguajes innovadores, pudiendo surgir en las familias, comunas, regiones o naciones, actuando como secesiones ciudadanas contra el espíritu de la cumbre, invadido por convicciones neoliberales estandarizadas.

Estas conducen normalmente a una represión de los marginados del progreso - por aceptación neodarwinista fatalista de una ley de la selección natural. Un neofascismo antipopular horriblemente plácido.

Cualquiera sea la estadística electoral, la izquierda puede ocupar los espacios de comunicación. Puede afrontar, en primer lugar, la tendencia nacionalista de los electores del FN, que abandonaron la izquierda a medida que esta abandonaba al pueblo. Se repliegan como electores, sobre la superficie del estado nación de antaño y cuentan con el patriotismo de los empresarios, preparados para reunir al pueblo para proteger y encontrar la buena vida de antes. Es una creencia casi suicida para el "pueblo convertido de derecha", pues no tiene en cuenta la fuerza transnacional siniestra del sistema neoliberal. Es, en consecuencia, una mentira electoral que, en el peor de los casos, sólo podrá triunfar una sola vez, pues llegado al poder el FN no tendrá más recurso que plegarse con la derecha clásica a las exigencias del sistema financiero "fueraborda", añadiendo su cuota de racismo.

Contra el regreso al "nacionalismo de derecha", completamente ficticio, es un deber urgente devolver a los pueblos de Europa la consciencia de una solidaridad internacionalista y practicarla con energía como un fundamento amable de la democracia, por acciones concertadas en la vecindad más que en la institución: con los portugueses, los españoles, los griegos, los antifascistas italianos, los turingios y los escoceses e incluso con los ingleses, contando con la izquierda del Labour para apoyar provocaciones, como por ejemplo estibar en el puerto de Southampton un buque cargado de refugiados de Calais que piden reagrupamiento familiar.

Rehacer Europa como democracia

Para rearmar la democracia actualmente estropeada, a partir de ahora es necesario impulsar el reagrupamiento regional de los estados, pudiendo ganar en fuerza al unirse, mediante una delegación de soberanía política. La creación entre ellos de una institución realmente democrática, capaz por ello de resistir, incluso de manera local, a las presiones de las normas neoliberales mediante una identidad específica, dentro de la definición neoliberal de la competencia. Esta definición podría ser la de Cuba, pero aquí, esta condición, se entendió, hace referencia a una recreación, a nivel de la Unión, de instituciones democráticas, no solamente burocráticas, que se describirá como la Europa necesaria en la lucha soberana por la paz. Esta paz vendría a través de una nueva Constitución que le daría el poder de impugnar la violación poderosa de la democracia, creada por la preeminencia constitucional del Banco Central Europeo. Su estatus le prohíbe toda política económica específica en favor de los países o de las provincias "pobres" de la Unión, como hacen normalmente los estados naciones para ayudar a sus provincias dañadas. El Banco depende del FMI para la anulación de las deudas fijadas de manera arbitraria y sólo puede consentir directamente préstamos de liquidez a corto plazo, dado que se consideró a cada estado nación como una empresa más o menos cerca de la quiebra.

El ejemplo griego de condena a la hambruna o, actualmente, al rol de vertedero principal bajo amenaza turca de los migrantes de Siria o de Afganistán, será renovado en otro lugar a costa de otro estado que acepte convertirse en rentista de una posición policial fronteriza de Europa liberal si nada cambia.

Europa ya comprende estados potencialmente secesionistas. Es más importante mantener en la Unión países que desean dar a Europa el estatus de una confederación democrática y social, con un parlamento, un presupuesto, un programa político y económico común, que permite una mano de obra autónoma en el universo implacable de las empresas financieras soberanas. Para llegar a esta transformación, hacen falta alianzas. Se podría comenzar a formar este proyecto por una alianza mediterránea, pero incluir también si es posible a Escocia y Turingia y Bélgica para discutir, como si la secesión en general pudiera ser una presión legítima a falta de la integración política y económica que se busca.

Europa, convertida en una sociedad territorial de cierto volumen tendría al menos la autonomía monetaria de Estados Unidos o China en el sistema mundial. Esta Europa saldría sin lugar a dudas, inmediatamente, por partes, de la negociación clandestina sobre el acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Europea, el Acuerdo de cooperación transatlántica (APT), negociado desde julio de 2013, al advenimiento del presidente Hollande. Esta negativa sería el fin de Europa sucursal, miembro incapaz, voluntariamente privado por tratados sucesivos de legitimidad democrática, y escenario excepcional para el poder autónomo de las oligarquías financieras y comerciales transatlánticas que pueden esclavizar globalmente "Bruselas" sin cargar con apoyo popular.

Evidentemente, se puede comenzar por violar los tratados que llevan a Europa al declive, puesto que ya se comenzó, en el mal sentido, a violar los acuerdos de Schengen hasta el nivel de los Estados Federados, restaurando sus fronteras, frente a los eventos imprevistos de la afluencia de refugiados del Medio Oriente. Pero para la izquierda, es necesario ir hasta el final de la transformación democrática, comenzando por agrupación y alianza entre autonomías regionales o entre estados para iniciar o fortalecer, por ejemplo, la legitimidad de una política común.

La costumbre "federal" suiza de los referéndums populares locales, ausente de nuestra Constitución, un día podría servir para multiplicar la complicidad interregional europea. El jacobinismo se refugia a veces, a nivel de las autoridades locales, contra el nivel de estado nación girondino, sometido a veces en las altas esferas de las potencias transatlánticas.

Derecho internacional y defensa de los derechos humanos

Evidentemente, es el camino que la izquierda debe tomar, desde el año pasado, frente a la guerra del Medio Oriente y con la afluencia de refugiados hacia el espacio pacificado de la Europa de Schengen y del Eurobanco.

El hecho de que la izquierda no sea necesariamente mayoría en las elecciones no le impide defender alto y fuerte una política de seguridad basada en la mantención de la paz y la definición de los promotores de guerra, religiosos o liberales, como criminales que actúan en bandas organizadas. Se debe tener confianza en la ética normal en favor de la condena de los pasadores de fronteras de niños, muertos en las playas del Mediterráneo o víctimas de los guardias fronterizos en las alambradas macedonias: favorable también para los medios de "disuasión" capaces de salvar jóvenes del exilio de los "convertidos" alucinados que quieren morir o vivir en la Siria de los asesinos.

La prevalencia de una lucha por la paz implica que ahora nos apoyemos en la ONU y apoyar a la ONU como recuerdo de las luchas antifascistas que vencieron al Eje en 1945. Ella también supone la armadura, en el partido de la Resistencia, de las convicciones, religiosas o no, que acompañan esta cultura de la democracia como paz.

La activa defensa de los ciudadanos, declarados "desechables" (como las maquinas de afeitar de grandes superficies), debe combatir sin descanso al espíritu mercantil de la sociedad "liberal" que nos amenaza y que se basa en la miseria mediante el retorno a la ideología burguesa del siglo XIX.

El progreso necesario de una ley criminal transnacional debe manifestarse oponible a nivel global de las estructuras financieras delincuentes y surgirá por varias vías. Una consistiría en crear procedimientos de acusación de las estructuras organizacionales que hacen posible, los crímenes y los delitos de las autoridades internacionales financieras o industriales. Para eso es necesario promover nuevos conceptos, por ejemplo el de criminalidad sistémica de las instituciones financieras, definidas por las consecuencias científicamente previsibles de las decisiones. Estas se toman como modalidades de la buena administración financiera, pero que provocan catástrofes económicas, masacres, hambruna, catástrofes ecológicas y guerras perfectamente previsibles.

Esta idea, que puede parecer un sueño para los fieles monolíticos del derecho romano, un día puede deslizarse en la ley gracias a la imaginación habitual de los jueces y de las jurisdicciones anglosajonas, más adecuadas para afrontar la anarquía bárbara en los confines del mundo civilizado.

A seguir

Se podría esperar de una problemática "estratégica" - que sigue siendo la mía - que proponga: una evaluación de las fuerzas militares en el mundo para sopesar las oportunidades de vencer al enemigo, partidario de la guerra, que debe conservar un movimiento por la paz.

Pero, por una parte la "guerra por la paz" no se basa en una superioridad militar, sino en la superioridad moral y la superioridad de la moral de los partidarios de la Resistencia y lo que se podría llamar su superioridad informática.

Por otra, el sistema financiero global, caricaturesco, pone en el poder de una manera visible, por no decir obscena, a una clase social de multimillonarios sin casa ni hogar, rentistas de los ingresos de un casino mundial, que manipulan beneficios ilimitados encarnados en juegos de escritura deslocalizada. Esta clase se parece a un grupo de personajes enmascarados de la comedia italiana, y a plazos esta puede ser considerada como globalmente muy frágil, pues es totalmente ilegítima.

El combate contraofensivo de la izquierda frente a la posible nueva guerra mundial procederá por adición de relaciones de las fuerzas locales, favorables al "levantamiento" (en el sentido de Stéphane Hessel) de las fuerzas políticas y sociales. La generación política es la de los levantamientos. Se tiene la marca en todas las luchas por el respeto de la ecología, por la resistencia de los conocimientos de buen vecino, contra la mercantilización de los servicios públicos. Levantamiento de los sindicatos y de los jóvenes contra los partidos, las reediciones de los "veteranos de la política" En el mantenimiento del "territorio de la paz", es necesario poder resistir colectivamente en el nivel pertinente a las contraofensivas del sistema.

Bien se sabe que la acción de represalias del "sistema" en caso de divergencia sistémica grave también podrá endurecerse empujando a sus peones por movimientos militares externos o paramilitares internos, en caso de aislamiento del delincuente popular. Es, en alguna parte, la naturaleza semimafiosa del sistema financiero, que vive fuera de la ley en una tierra de nadie , que produce, si es preciso, esta cultura violenta de piratas financieros, para la cual hay que estar preparados para responder mediante una cultura de corsarios lanzadores de alarmas y un militarismo de cascos azules sobreentrenadas. Esto sería objeto de otro artículo.

Lo esencial para la izquierda responsable de imaginación en la política internacional en los diez años que vienen, es conservar atentamente sus atributos morales y su consciencia racional para estar lista a actuar cuando la burbuja del sistema estalle y evite entonces que una guerra generalizada sea la única salida del poder financiero y de la desesperanza humana. Algunos tratan de abrir temprano oficinas de reclutamiento para preparar una guerra santa que no puede ser heredera de la religión de los tres libros. Aún se busca un borrador del tomo IV, que trata sobre el futuro global de la humanidad.

Alain Joxe, Recherches internationales, n° 105, octobre-décembre 2015, pp.75-88.

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