La soberanía alimentaria: más necesaria y urgente que nunca ¿Por qué deben movilizarse los movimientos?

, por  Gérard Choplin, Michel Buisson

La reivindicación de la soberanía alimentaria (SA) se desarrolló de cara a las manifestaciones del liberalismo triunfante ("Consenso de Washington en 1989, dles accuerdos de la OMC en 1994, la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en 1996). Esta reivindicación se ha intensificado tanto que ha llegado a convertirse en una reivindicación mundial apoyada por el movimiento campesino Via Campesina y por otros numerosos movimientos ciudadanos. Las dificultades encontradas a nivel internacional, la crisis alimentaria y después global, la apertura de numerosos frentes de lucha (OGM, derecho de campesinos, acaparamiento de tierras, acuerdos de libre intercambio, acuerdos sobre el clima) y las nuevas prácticas de producción y de intercambio han hecho que esta reivindicación transcienda hasta al ámbito local.

De esta manera, Paul Nicholson declaraba en 2012 que: «la soberanía alimentaria se ha convertido en una construcción social basada en las realidades locales». Más recientemente, en «las nuevas caras de la soberanía alimentaria» Olivier de Schutter presenta la «recampesinización » como «al fin una promesa concreta de la soberanía alimentaria ».

Ante la acción de fuerzas dominantes, ante consecuencias progresivamente agravadas (1) desde 1996, pensamos que el contenido de la SA (2) puede proporcionar una parte esencial de la solución si un movimiento importante retoma la batalla a nivel internacional y la amplifica a nivel nacional y local, articulando estos tres niveles. La movilización para la SA puede contribuir al desarrollo de un proyecto «contra hegemónico» ante la ofensiva de fuerzas dominantes.

Hacer frente a las ofensivas de fuerzas dominantes y a las repercusiones particularmente graves

Las respuestas incorrectas al neoliberalismo están de rabiosa actualidad, exactamente como las de Donald Trump, quien en su proyecto presidencial, por un lado, protege las importaciones y bloquea el Acuerdo Transpacífico y, por otro lado, favorece el capitalismo financiero, las multinacionales americanas, las energías fósiles y el capitalismo ecológico. Todo para negar el cambio climático y contener las luchas sociales.

La Unión Europea no se queda atrás. Impone a África acuerdos de cooperación económica muy desiguales y mantiene en la política agrícola común (PAC) herramientas enmascaradas de protección y de dumping.

Las empresas multinacionales, sobre todos las del sector agroalimentario, son las grandes victoriosas en esto. El acuerdo «Grow», de 2009, acaba de ser apoyado por la plataforma FReSH (reforma alimentaria para la sostenibilidad y la salud). Las empresas europeas están también muy presentes en esto, como por ejemplo es el caso del desarrollo de la producción de agrocarburantes, que es un acuerdo entre la fundación Avril y el CIRAD. Recientemente, el proyecto big data, «agricultura 2.0» de grandes empresas, aspira a proporcionar a los agricultores un servicio “universal”, que guíe el conjunto de sus elecciones y así hacerlos perder todavía más la autonomía y acrecentar los beneficios. Estos acuerdos y estrategias presionan, cada vez más, las decisiones del gobierno para la expansión de aquellas producciones exportadas y realizadas en muy malas condiciones ecológicas y sociales (Grain 2016). Este desarrollo de multinacionales desencadena también el crecimiento de las importaciones de productos alimentarios básicos, cambios de técnicas de producción y de regímenes alimentarios. A escala más global, las empresas logran imponer tribunales de arbitraje privados en los acuerdos comerciales y amenazan constantemente ante cualquier tentativa de autonomía del Estado.

Estas trasformaciones son todavía más importantes que las que se llevan a cabo sin el tratamiento del cambio climático, particularmente destructor para las agriculturas del sur, las condiciones de vida de los campesinos y del desarrollo en un contexto de competitividad entre los sistemas agrícolas y agroindustriales muy desiguales.

Esta situación amenaza la paz, deteriora los recursos y mantiene grandes niveles de subalimentación y malnutrición. La inseguridad productiva y alimentaria conduce a importantes migraciones y debilita a muchos países, sobre todo a aquellos que cuentan con mucha población agrícola, donde se deben mantener el máximo de empleos posibles en la agricultura campesina, se deben salvaguardar y valorizar los recursos naturales, el conocimiento, las organizaciones locales, etc.

Los movimientos sociales luchan contra los proyectos de tratado de libre comercio, para defender la justicia climática, la solidaridad internacional, la conquista de nuevos derechos para los campesinos/as y el respecto de los derechos humanos para todos los habitantes del mundo. Estas diferentes luchas pretenden responder a las esperanzas de la población que son víctimas de los efectos de la mundialización neoliberal en el ámbito de la alimentación, el medio ambiente, los ingresos y el empleo sobre todo. En el centro de estas luchas se inscribe el movimiento por la soberanía alimentaria que reivindica el derecho de la población a decidir democráticamente su política agrícola y alimentaria y que tiene como objetivo un cambio total de nuestros sistemas alimentarios.

Estas luchas y las alternativas forjadas en todos los países se limitan en sus resultados y en su extensión de cara a las empresas y a los mercados, a las normas de los acuerdos OMC, siempre activos y agravados por el aumento de los acuerdos bilaterales.

Las posibles contribuciones de la soberanía alimentarias

Proponemos volver a dos definiciones establecidas por el movimiento. La primera crea nuevas normas internacionales y otras políticas: la soberanía alimentaria es « el derecho del pueblo, de nuestros países o naciones, a definir su política agrícola y alimentaria sin dumping [o mejor: sin prejuicios] frente a otros países», (Via campesina, 2003).

La segunda indica que estas nuevas normas y políticas podrían favorecer el funcionamiento democrático y sostenible de los sistemas alimentarios, a diferencia de la captación de poder de las sociedades transnacionales: la SA «coloca a aquellos que producen, transforman y consumen una alimentación local y sana, en el centro de los sistemas y políticas alimentarias y agrícolas […] en lugar de las exigencias del mercado y de las transnacionales…» (Forum Nyéléni, 2007). Tanto mediante estas dos definiciones, como también a través de otras traducciones del concepto, los movimientos sociales que reivindican la soberanía alimentaria muestran una solidaridad transnacional: no discuten el papel del comercio internacional pero piden su regulación, un reequilibrio entre el comercio internacional y el refuerzo de los sistemas alimentarios locales.

La soberanía alimentaria todavía queda por plasmarse en la ONU y, en otras instancias, en un dispositivo de «pluralismo ordenado» (M. Delmas-Marty). Se trata de construir un derecho internacional comercial libre de los fundamentos liberales, que favorezca la adopción, tanto a nivel nacional como regional, de políticas agrícolas adaptadas a las necesidades de los países en cuestión de organización de mercados y de apoyo a las agriculturas sostenibles y favorables a las prácticas alternativas de producción e intercambio. En el plano internacional, la SA sienta la base para pasar de intercambios actualmente hegemónicos, favorecidos por las normas de la OMC, basados en el beneficio de los Estados poderosos y de las sociedades multinacionales, a intercambios de tipo cooperativo, limitando así las posibilidades de los países de aprovecharse de su situación competitiva. Al deber de los países de no perjudicar a las economías agrícolas de los países terceros debe corresponder el derecho de implementar protecciones reales, derechos de aduana y cuotas de importación sobre todo, justificadas en base a los planes económicos, sociales y ecológicos.

El grupo de trabajo puede, en el seno de Intercoll, aportar una contribución útil a la soberanía alimentaria.

Las actividades del grupo están basadas en los intercambios entre individuos y los grupos a partir de páginas webs y en la elaboración de textos y de síntesis (ver anexo) en relación con las movilizaciones. Deben favorecer los avances de los movimientos movilizados por el problema de la soberanía alimentaria y por problemas relacionados.

La alimentación es un asunto que nos concierne a todos. Todos nosotros juntos: organizaciones campesinas y ciudadanas, algunas instituciones, investigadores, debemos proponer nuevas normas, nuevos marcos para el comercio internacional agrícola y las políticas agrícolas y alimentarias, todo esto apoyándonos en las victorias locales de «transición» y en las decisiones de excepción de los Estados. Es urgente. La futura declaración de la ONU sobre “los derechos de los campesinos y otras personas que trabajen en lugares rurales” y los avances en el seno del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA), sobre todo en los que concierne la importancia del acceso a mercados locales, nacionales y regionales para los pequeños productores, deberían ser puntos de apoyo a la soberanía alimentaria.

Nosotros nos apropiamos del extracto de la declaración de Paul Nicholson, representante de la Coordinadora Campesina Europea (CPE) en el congreso de la UNAG en Managua en 1992: «Juntos debemos encontrar soluciones y presentar nuestras propuestas de forma unida en los fórums […]. Nuestro desafío es crear un espacio común y hacerlo público a todo el mundo». Juntos, tenemos que avanzar, conseguir nuevas victorias y reforzar los movimientos.

Nuestras prioridades:

  • conectar, desde una perspectiva dinámica, las adquisiciones y las contribuciones de tres niveles de la SA (internacional, nacional y local)
  • analizar el movimiento y los diferentes trabajos simultáneos y complementarios de la SA contra el liberalismo: derecho comercial internacional, derecho de sociedades transnacionales (STN), políticas, actividad de la CSA en relación con el desarrollo de sistemas alimentarios, la defensa y la promoción de campesinos, las relaciones entre las luchas y los movimientos sobre la agricultura, alimentación, clima, trabajos de investigación, etc.

En relación a las bases de informes analíticos sobre estos puntos, el grupo hará circular y valorará (síntesis anuales) la información emitida por los miembros y disponible en las páginas webs o en las instituciones, para emitir señales de alerta, recordar pistas o recordar las propuestas. El eje quiere favorecer un intercambio y una elaboración que implique a la diferentes fuerzas del movimientos y a aquellas cercanas a las instituciones.

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