«Cuando crece el peligro, crece también lo que nos salva»Hölderlin
Un virus desconocido está circulando por el planeta desde principios del año. El peligro mortal e invisible, que nos obliga a separarnos como si fuéramos un peligro los unos para los otros, ha trastornado los trasfondos de las sociedades como se voltea un guante y ha puesto al descubierto lo que hasta ahora se intentaba disimular. Indudablemente ha provocado una cifra importante de muertos y arroja una luz cruda sobre las limitaciones de los sistemas de salud de los países desarrollados, incluidos los más ricos. Es probable que, en otros lugares, expone a las poblaciones de los países mas pobres a un peligro extremo, obligándolas, para protegerse, a realizar la imposible tarea de confinamiento. Pero esto es sólo la superficie de las cosas.
El guante volteado revela el camino resbaladizo en la cual el mundo se ha enrumbado desde hace décadas. Al someter los servicios hospitalarios a restricciones presupuestarias en los lugares en donde eran desarrollados y al restarles atención en lugares donde eran insuficientes, los responsables políticos aterrorizados se han visto rebasados por la llegada de la pandemia. En Francia, la flagrante falta de preparación para enfrentar este tipo de acontecimientos, la culpable liquidación de la reserva de máscaras, la deslocalización de la industria farmacéutica con el único fin de buscar mayor rentabilidad para los inversores, la carencia de recursos para la investigación científica, colocan al gobierno en una posición que lo obliga a improvisar. Al adoptar el camino del encierro del que no sabe como salir, se enrumbó hacia un cuestionamiento radical de nuestras libertades públicas. Al haberse privado de las demás herramientas para proteger a la población, goza de la aprobación de esta última que no tiene otra opción. Si acaso faltare esta aquiescencia, se despliega un discurso moralizador y de culpabilidad. A pesar de ello, en todas partes, innumerables iniciativas contradicen el individualismo entretenido por el modelo económico y social y dan fe de la permanencia de la fraternidad entre los humanos.
Pero el guante volteado también muestra, al menos a los ojos más lúcidos, que la respuesta a los desafíos a los cuales la humanidad en su conjunto está actualmente confrontada, no puede ser una suma de políticas nacionales, menos aún si estas políticas tratan de implementarse a puertas cerradas. Siempre faltará una parte, la de la comunidad humana que ya no se puede negar de ver como lo que es : una comunidad de destino, lo que Hannah Arendt llamó una asociación política de hombres libres.
Así, detrás de la crisis sanitaria que está en el primer plano, con la crisis económica que está comenzando y la catástrofe ecológica que está en marcha, lo que emerge al final es una crisis de civilización. El mundo, totalmente dominado por el sistema capitalista que profundiza constantemente las desigualdades y destruye la naturaleza, es hoy un barco ebrio que no tiene otro horizonte que el de su propio naufragio a través de violencias insospechadas.
Si aun es tiempo de retomar el control, entonces este sismo sin precedente es la oportunidad que el mundo debe aprovechar para romper finalmente con su destrucción, ya bastante avanzada, e inventar una sociedad totalmente diferente. Así, tras conjurar el terror de lo desconocido, los pueblos bailarán de alegría sobre los escombros del viejo mundo que amenazaba con barrerlos.
Para hacer esto, se debe:
- encarar los hechos que tenemos a la vista y no hacer trampas;
- medir los riesgos de una salida de crisis que lleve a un retorno a la situación anterior u otras aberraciones;
- Aprovechar esta oportunidad para sentar unas bases radicalmente diferentes para una sociedad mundial justa y sostenible.
Hallazgos
1°
Los dos elementos que han sido visibles desde el comienzo de la pandemia están relacionados con la crisis hospitalaria y la falta de control de la producción farmacéutica y de productos sanitarios dentro de los Estados.
En lo que respecta a los hospitales, y tomando el ejemplo de Francia (que sigue siendo uno de los países más favorecidos en este campo), la lógica liberal ha llevado desde hace varios años al cierre de camas de hospital y a una fijación de precios basada en el acto medical, lo que ha dado lugar a una continua disminución de los recursos dedicados a la salud pública. La lógica empresarial ha contaminado la esfera pública y le ha hecho perder de vista su propósito, una mejor salud para todos. En cuanto a la industria farmacéutica, elemento clave en la protección de la salud de la población, se ha entregado a los intereses de grandes grupos financieros y se ha deslocalizado casi totalmente a países con bajos costos laborales.
2°
La crisis revela cruelmente las desigualdades que marcan todas las sociedades. No es lo mismo si se cuenta con sistemas de solidaridad como los instaurados después de la anterior catástrofe mundial (la guerra de 1939-45), o si uno se encuentra en sociedades en las que no existe nada de eso, excepto en beneficio de unos pocos, como es el caso de los Estados Unidos de América, así como en todos los llamados países en desarrollo. Estas desigualdades son ahora abismales frente al riesgo de enfermedad y muerte. Empeorarán en los próximos meses con las consecuencias económicas de la pandemia.
3°
Esta pandemia también ha revelado el desgaste de las democracias. Los daños causados por un excesivo centralismo y un sistema vertical de poder en un país como Francia se pusieron en evidencia con la uniformidad de las medidas tomadas en todo el territorio. Necesarias en las zonas más afectadas, parecían inexplicables en otras regiones menos afectadas por el virus. Un estado descentralizado como Alemania enfrentó la pandemia en mejores condiciones. En muchos países, la pérdida de credibilidad de los que están en el poder ha ido acompañada de un creciente descontento de los pueblos con las formas representativas de la democracia que se están agotando.
4°
Los Estados confrontados a una situación de la que son responsables en gran medida, aplican políticas de apoyo económico, dirigidas o bien a los particulares o bien a las empresas. Sin embargo, estas medidas de emergencia dejan preguntas en el aire: ¿hasta dónde llegará este apoyo, especialmente cuando, a la hora del balance de la crisis, se revele un gran número de quiebras? ¿Será un apoyo duradero para las actividades vitales, como han surgido tan claramente durante esta crisis, o será una oxigenación de los mercados financieros, sin que tengan la obligación de mantener y desarrollar estas actividades vitales? ¿Cómo se financiará a largo plazo la enorme carga de la deuda de los Estados?
5°
El virus ha demostrado su capacidad para propagarse de un extremo a otro de la Tierra. Y la pandemia ha revelado crudamente el desfase entre la economía, profundamente inmersa en la globalización, en particular con la reubicación de la producción esencial basada en factores de pura rentabilidad financiera y sin tener en cuenta los costos sociales y ambientales, y la política, que ha quedado en manos de los Estados nacionales. La debilidad de la Unión Europea en esta crisis, pero también, de manera menos visible, el fracaso más profundo y radical del sistema de instituciones internacionales, de las Naciones Unidas y de las organizaciones satélites que dependen de ella (entre ellas la Organización Mundial de la Salud), muestran el desequilibrio mortal de una economía globalizada sin el apoyo de instituciones políticas capaces de imponer el bienestar general y la protección del medio ambiente. Así pues, la renovación de la cooperación internacional, basada en la necesidad de una solidaridad mundial entre todos los seres humanos, será sin duda alguna, el núcleo del pensamiento para el futuro.
6°
Esta deriva de la economía fuera del control político, ha llevado al capitalismo durante varias décadas a satisfacer a los poseedores de capital en sus exigencias de ganancias que son ilimitadas. El capitalismo, que primero fue un capitalismo de mercado antes de convertirse en industrial en el siglo XVIII, y luego en financiero en el siglo XX, ha entrado en una nueva fase, la del capitalismo digital. Es evidente que el capitalismo pretende aprovechar la oportunidad de esta crisis para consolidar esta transformación y aumentar los ingresos derivados de las actividades en este campo e imponer, a partir de ahora, el trabajo “justo a tiempo” en todas partes. La pregunta entonces es si el sistema seguirá su curso, arrastrando a la humanidad a un callejón sin salida, o si un nuevo proyecto político de la escala adecuada y con los objetivos correctos puede todavía evitar el naufragio [1].
7°
El argumento que se ha utilizado para debilitar a los servicios públicos en los países en que eran fuertes y la incapacidad de proporcionarlos a las sociedades en las que nunca existieron es, de manera uniforme, la ausencia de dinero público disponible para este fin. Pero ningún Estado ha logrado establecer una política eficaz contra estos flagelos mundiales que son la corrupción y la evasión fiscal. Sin embargo, sabemos que es en la lucha contra estos males donde reside la posibilidad de liberar sumas considerables de dinero para las políticas públicas. ¿Por qué la Unión Europea, que ha manifestado su voluntad de luchar contra los paraísos fiscales, no ha logrado eliminar los que dependían del Reino Unido cuando todavía era miembro de la Unión, o los que están dentro de la Unión (Luxemburgo, Irlanda, Malta, Chipre)?
8°
Al mismo tiempo, los Estados, sin excepción, incluidos los más pobres, han desarrollado presupuestos militares considerables. En una parte importante del mundo, incluidos los países emergentes, las economías son economías militarizadas. En muchos países, la policía misma está militarizada. La cantidad importante de armamentos cada vez más sofisticados a disposición de todos los ejércitos, mantiene conflictos ante los cuales el resto del mundo se ha vuelto indiferente a pesar del inmenso sufrimiento infligido a las poblaciones (Siria, Yemen, Malí, entre otros).
El desarme, aunque esté en la agenda de la Asamblea General de las Naciones Unidas, o la regulación general de los armamentos, establecida por la Carta de las Naciones Unidas como una de las responsabilidades del Consejo de Seguridad [2], nunca se ha tomado en serio. Los cinco Estados, miembros permanentes de este Consejo, son los mayores comerciantes de armas. Y el derecho internacional humanitario, plasmado en los Convenios de Ginebra y muchos otros textos, sigue siendo una formula hueca. Por último, en estos considerables presupuestos militares, debemos denunciar el lugar que ocupan las armas nucleares, que tanto defienden las potencias que se reservan la exclusividad sobre ellas. Objeto de un consenso político, estas armas absorben una parte considerable de los presupuestos públicos (37 billones de euros se destinan en Francia a la modernización de estas armas). Contrariamente a una doxa commún, estas armas no garantizan la seguridad del mundo. Lo ponen en extremo peligro.
9°
Finalmente, la observación más importante que se puede extraer del caos actual es el vínculo entre esta crisis aparentemente sanitaria y el desastre ecológico en el cual tiene su origen. Nuestras sociedades son ahora sensibles a los cambios climáticos perceptibles en la vida de los individuos, pero son menos sensibles a los trastornos de la biodiversidad. Sin embargo, la perturbación de los ecosistemas y los hábitats naturales facilita la transmisión de agentes infecciosos al privar a los virus de sus huéspedes habituales o al acercarlos a las concentraciones urbanas. Los monocultivos y la agricultura industrial utilizan un número cada vez más reducido de variedades y cepas, diseminando así poblaciones genéticas muy similares en todo el planeta, lo que aumenta la probabilidad de mutación de los patógenos. El uso masivo de plaguicidas y antibióticos expone al riesgo de seleccionar formas resistentes o tolerantes a los medios de control disponibles. Y la pandemia actual era impredecible sólo para los gobiernos sordos a todas las advertencias, mas no lo era para los investigadores, poco escuchados, que trabajaban en la protección de la naturaleza y el cambio de uso de la tierra (deforestación, expansión de las tierras agrícolas o de las zonas urbanas y periurbanas, granjas industriales) y que estaban preocupados por la destrucción de la autorregulación de los ecosistemas. Por lo tanto, el problema no es sólo contener las epidemias, sino también contrarrestar los procesos que permiten su aparición.
Los riesgos que se abren con esta pandemia
1°
El primero, y sin duda el mayor de estos riesgos es el de reanudar con el curso de las cosas tal como han sido hasta ahora, es decir, una carrera hacia la globalización (diferente de la mundialización) sin frenos ni controles. Esto significa correr tras el mismo modelo económico productivista, contaminante e insostenible, la misma división internacional del trabajo, la misma cultura de consumo, la misma austeridad para los presupuestos públicos, con la continua degradación de los servicios de salud pública y educación, la continua restricción de los presupuestos dedicados a la investigación, la vivienda, el transporte, la cultura, los mismos ataques más o menos solapados a los derechos sociales, el mismo entusiasmo por las asociaciones público-privadas (APP) con sus desastrosas consecuencias a largo plazo para las finanzas públicas, la misma sumisión de los Estados a los intereses de las finanzas mundiales, el mismo afán de borrar la distinción entre lo que es de interés general y lo que está bajo la lógica de la ganancia, y para los pueblos cuya posición en la cadena de producción les ha permitido salir del subdesarrollo, el mismo frenesí de consumo. El despliegue de las industrias digitales y la ampliación de su alcance como consecuencia del confinamiento de las poblaciones (teletrabajo, teleeducación, control de la población), dará lugar al surgimiento de multinacionales en este campo, y su dominio sobre las vidas, ya perceptible antes de 2020, aumentará rápidamente. Las consecuencias de estas tendencias son bien conocidas. Por lo tanto, podemos pintar un cuadro de la sociedad que continuaría por este camino: una reanudación de la producción con elevados costos en carbono, turismo masivo, comercio internacional desenfrenado debido a una producción cada vez más deslocalizada, agricultura intensiva, deforestación, inercia ante los ataques contra el medio ambiente, desigualdades cada vez mayores, aumento de la migración y represión de los migrantes, declive de la cultura, declive de la ciencia y retorno de las creencias, pérdida de libertades y aumento del control de las poblaciones, operaciones militares con altos costos humanos y desastrosas desde el punto de vista ambiental.
2°
El segundo riesgo ya está en germen en nuestras sociedades. Es el de una exasperación de los egoísmos nacionales con un refuerzo del proteccionismo y la soberanía que lo acompaña. Estos términos inducen a una gran confusión porque sugieren situaciones "puras" en las que la realidad siempre es matizada. Incluso bajo la lógica dominante en la Organización Mundial del Comercio, cuyo objetivo es promover mercados cada vez más abiertos, los Estados han continuamente utilizado artimañas para proteger sus economías. El reciente despliegue de más proteccionismo sólo es reconocer que cualquier búsqueda del interés mutuo de los pueblos ha fracasado. Junto con el concepto de soberanía, la rehabilitación del proteccionismo sólo es peligrosa si se piensa desde los intereses exclusivos de una nación, sin tener en cuenta los intereses de las demás. Sabemos a qué han llevado estas doctrinas en el pasado, con las sociedades compitiendo entre sí hasta el punto de la confrontación. Hoy en día, los gobiernos, presos del pánico, protegen sus suministros de medicamentos y material sanitario, a veces hasta apoderándose descaradamente de los de otros y dan la espalda a la indispensable solidaridad internacional.
Hemos olvidado que fueron las corrientes de la filosofía de la solidaridad las que, después de la Primera Guerra Mundial, dieron lugar al primer intento de organización internacional con la Sociedad de las Naciones. Este proyecto no sobrevivió a la crisis de los años 30 y a la frenética militarización de ese período, y no pudo evitar el enfrentamiento de la Segunda Guerra Mundial. Luego, con la creación de las Naciones Unidas en 1945 y las organizaciones especializadas, se creyó en la construcción un mundo más unido con mecanismos multilaterales que, según se pensaba, garantizarían la paz, así como la regulación económica y financiera. A nivel europeo, habíamos ido más allá imaginando una integración que eliminaría el espectro de las guerras intra-europeas. Pero en ambos niveles, europeo y mundial, estas organizaciones no han logrado ser representativas de las comunidades políticas genuinas. El espacio político siguió siendo nacional.
Y el error ha sido permitir que el concepto de soberanía, entendido no como la legítima autonomía de un pueblo, sino como la independencia absoluta de un poder, coexista con el proyecto de construir la paz sobre la prohibición del recurso a la guerra y sobre el respeto de la norma del derecho internacional. El mantenimiento de esta ambigüedad ha llevado al debilitamiento de las Naciones Unidas. Pedir la devolución de las soberanías es enterrar el multilateralismo con los defectos que llevaron a su fracaso, pero también con la esperanza que había anunciado.
3°
El tercer riesgo, vinculado al anterior, es el dar paso a modos de gobierno fundados en el miedo, con todas las heridas que esto causa a la democracia. La inserción de la pandemia en el desarrollo de las redes sociales provoca un debilitamiento de la información. Ésta se ha vuelto poco fiable, lo cual a su vez fomenta la ansiedad colectiva. Estas ansiedades son el mejor terreno para ver florecer tentaciones autoritarias de los poderes. La preocupación por la seguridad prevalece entonces sobre la preocupación por la libertad. Y las mentes asustadas no entienden que una y otra están vinculadas. En pocas semanas, el mundo entero ha cedido a la privación de una de las primeras libertades, la libertad de ir y venir [3]. La necesidad de medidas de emergencia llega en momento muy oportuno para todos los poderes ejecutivos galvanizados por metáforas militares.
Los fundamentos de una sociedad radicalmente diferente
Una sociedad mundial decidida a evitar un colapso amenazador tendrá que someterse a una conversión completa si quiere sobrevivir a la actual crisis sanitaria de manera sana y sostenible. Esta conversión será larga y difícil, pero puede ser fructífera si se establecen firmemente sus cimientos. Estos serán solidos si en las profundidades de las sociedades se construye un acuerdo sobre principios considerados intangibles y las instituciones capaces de aplicarlos. Estos principios deberán ser debatidos y luego compartidos a diferentes niveles, nacional, regional y universal. Una vez que se hayan hecho comunes, permitirán a la humanidad avanzar hacia una comunidad política basada en una promesa, aquella que los seres humanos se hacen unos a otros de respetar estos principios en beneficio de todos. La naturaleza de estas instituciones debe ser liberadora, para que todos tengan garantizado el acceso al cumplimiento de la promesa. El conjunto debe formar un nuevo Pacto mundial que renueve la idea de seguridad en una concepción democrática de la vida social, tanto a nivel nacional como mundial.
A - Principios inderogables
1°
Considerar que los derechos humanos, tal como se establecen en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en los dos Pactos de las Naciones Unidas, el de Derechos Civiles y Políticos y el de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, son intangibles y justiciables ante todos los tribunales nacionales e internacionales. Dar la misma fuerza a los Convenios de Ginebra y otros textos que forman el derecho humanitario en caso de conflicto armado, en particular los Tratados que prevén la prohibición de ciertas armas.
2°
Porque no hay derechos para unos, sin obligaciones para otros, promover en un futuro próximo una Declaración universal de responsabilidades humanas, sociales y medioambientales que se dirigiría a los Estados, empresas, organizaciones internacionales y particulares. Se trata de no conformarse con el tímido movimiento para que se reconozca la responsabilidad social y ambiental de las empresas multinacionales, sino de involucrar plenamente a todos los actores en la búsqueda de un interés general mundial. Esta Declaración serviría de referencia normativa universal para todas las jurisdicciones emplazadas para atender las reclamaciones de reparación de las víctimas de derechos fundamentales[Véase el proyecto preparado por la Alianza para un Mundo Responsable y Solidario, y para los detalles de este proyecto de declaración, véase Alain Supiot, "Las tareas de la OIT en el momento de su centenario", Revista Internacional del Trabajo, vol. I, pág. 2. 159 (2020), n° 1.]].
3°
Pensar los intereses de cada pueblo a la luz de un interés global y, considerando la protección de este interés común de todos los pueblos como el principio fundamental de la sociedad mundial, poner en posición de excepción los imperativos derivados de la ley del mercado. Esto debería llevar, por ejemplo, a favorecer los canales de distribución más cortos posibles para los alimentos o los productos esenciales. Se trata de invertir el paradigma hasta ahora dominante y de reintroducir el derecho mercantil en una jerarquía de normas que le prohíba contravenir las normas superiores del derecho público, las que apuntan al bienestar de las personas y a su protección, así como de la naturaleza.
4°
Tomar acta de la interdependencia de todos los pueblos y de la necesidad de que las relaciones entre ellos se rijan por un derecho internacional que permita la protección de los más débiles y se imponga a los más fuertes, cuya soberanía debe plegarse a las exigencias de la comunidad mundial.
5°
Sustituir la competencia por la ayuda mutua y considerar que las actividades que contribuyen al Bien común (protección de la salud, acceso general a los medicamentos, agua, protección del medio ambiente, investigación científica pública, acceso de todos a la educación, vivienda digna, transporte, cultura, información fidedigna), entran dentro de la protección del interés general. Los organismos pertinentes, tanto en el plano internacional (OIT) como en el nacional, deben repensar la jerarquía de las profesiones (y la remuneración correspondiente) a la luz de la utilidad común.
6°
Aplicar el desarme sobre la base del principio formulado en el Artículo 26 de la Carta de las Naciones Unidas (véase el párrafo 8 de los hallazgos) y definir cuál es el mínimo de los recursos humanos y económicos mundiales que deben asignarse a los armamentos que siguen siendo necesarios, pero sólo en dos casos: cuando un pueblo se encuentre en situación de legítima defensa o cuando deba participar en operaciones de seguridad colectiva.
7°
Elaborar una lista de industrias contaminantes o peligrosas para la salud de los seres humanos y el futuro de la humanidad y de la naturaleza, y prohibirlas sin posibilidad de demora. Dirigir todo el transporte terrestre internacional, tanto de pasajeros como de carga, hacia los ferrocarriles. Poner en marcha políticas de reconversión económica para proteger a todos aquellos que por ello tendrían que dejar sus empleos y dedicarse a nuevas actividades.
8°
Reducir las desigualdades mediante la aplicación universal de los principios de justicia fiscal que son vinculantes para todos los Estados y que los lleven a limitar los ingresos en cuanto se desvían de una relación de 1 a 5 entre el ingreso más bajo (es el ingreso garantizado) y el ingreso más alto.
9°
Crear un Fondo mundial de solidaridad para la salud y en los ámbitos social, ecológico y de la paz, financiado por medidas fiscales internacionales sobre las transacciones financieras, sobre los ingresos de las multinacionales y sobre las actividades contaminantes. Tendría los siguientes objetivos:
- garantizar las condiciones para que los medicamentos esenciales estén disponibles en el mercado mundial, de manera que todos puedan acceder a ellos;
- apoyar las políticas de reconversión profesional necesarias de acuerdo con los principios 6 y 7;
- ayudar a los Estados en los que las poblaciones se han beneficiado de la deslocalización de las empresas y que sufrirán un retorno a los circuitos cortos de producción;
- promover los derechos sociales en los países en que son insuficientes o incluso inexistentes, a fin de que se ajusten a las normas más favorables;
- apoyar a cada Estado que, con el fin de proteger el interés general de su pueblo, se vea obligado a llevar a cabo nacionalizaciones o participaciones públicas.
10°
Con el fin de asegurar la independencia de los líderes políticos en su toma de decisiones, y para liberarlos de la obsesión de la reelección, elevar al rango de norma universal la regla según la cual ningún mandato político a nivel nacional o internacional puede ser renovado.
B - Las instituciones
Aquí sólo podemos esbozar lo que serían instituciones adaptadas al proyecto de un mundo diferente. Una reflexión colectiva ayudará a aclararlo más adelante. Pero tendrá que orientarse hacia las siguientes pautas:
1°
Se debe reconocer que las organizaciones de las Naciones Unidas han fracasado en ser representativas de toda la humanidad y que reformarlas es imposible debido a su deriva burocrática, por un lado, y por otro lado al bloqueo inscrito en la Carta a cualquier reforma real por la necesidad de que sea aceptada por los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Y, considerando que, a pesar de los logros positivos, ya no cumplen los propósitos para los que fueron creadas, es necesario prever su eventual disolución una vez que se haya establecido una Organización más adecuada a los tiempos actuales.
2°
Obrar a la creación de una nueva organización política universal (que podría llamarse Organización Mundial de los Pueblos) que ponga en marcha un nuevo Pacto mundial cuyos objetivos sean la paz, la salvaguarda de la naturaleza y la garantía de los derechos sociales universales.
Esta Organización habrá de proporcionar:
- El reconocimiento de las diferentes comunidades nacionales y de sus competencias autónomas en la medida en que sean compatibles con el respeto del derecho internacional [4];
- Un mecanismo de mantenimiento de la paz, siguiendo el modelo del establecido por las Naciones Unidas, pero confiado a un Consejo de Seguridad compuesto por miembros plenamente iguales (20 o 25) elegidos cada tres años por el Parlamento de la Organización;
- El cumplimiento del reglamento sobre armamentos determinado por el Consejo de Seguridad y el establecimiento de una fuerza de intervención auténticamente internacional e integrada capaz de dar sentido al concepto de seguridad colectiva;
- El carácter inderogable del derecho internacional por las autoridades de los distintos Estados. Este derecho internacional comprende el primer núcleo de derechos humanos a que se refiere el Artículo 1 de los Principios arriba mencionados, al que se añadirá la Declaración Universal de Responsabilidades Humanas a que se refiere el Principio 2, así como las normas elaboradas por el Parlamento Mundial;
- el carácter democrático de la nueva organización y en particular los procedimientos para la elaboración de nuevas normas internacionales. Estos procedimientos se basarán en el principio del bicameralismo, siendo que el Parlamento mundial bicameral estará compuesto por una Asamblea que representará a los Estados y una segunda Cámara que representará a las fuerzas sociales como tales [5]. Todos los textos internacionales de importancia en el campo social o ecológico tendrán que ser sometidos al voto en estas dos asambleas, siempre y cuando hayan recibido previamente el consentimiento de un Consejo Ecológico y Social.
La mitad de los miembros de este Consejo serán nombrados por su experiencia y la otra mitad serán ciudadanos del mundo elegidos por sorteo.
3°
Repensar todos los organismos especializados del sistema de las Naciones Unidas que se han convertido en el campo de batalla en donde se diriman las rivalidades entre las grandes potencias y los grupos de presión internacionales. Reintegrar una Organización Mundial del Comercio en el sistema universal (la actual OMC no forma parte del sistema de las Naciones Unidas) y someterla a las mismas condiciones que los demás organismos especializados: estos últimos deberán estar dotados de verdaderos poderes de regulación ejercidos según procedimientos democráticos, las asambleas que representan a los Estados, estando también allí duplicadas por asambleas en donde estén representadas las fuerzas sociales de los sectores afectados por los objetivos de la Institución; se establecerán procedimientos para evitar conflictos de normas entre las diferentes instituciones, asegurando siempre la supremacía de la norma más favorable a los derechos y libertades sociales y medioambientales.
4°
Considerar a las principales instituciones regionales ya existentes (Unión Africana, Unión Europea, Organización de los Estados Americanos y otras organizaciones regionales) como los enlaces institucionales de la Organización Universal y establecer procedimientos para garantizar la coherencia entre sus políticas y los objetivos de la Organización Universal.
5°
Fortalecimiento de la justicia internacional:
- haciendo obligatoria la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia (actualmente, los Estados no están obligados a aceptar esta jurisdicción) y la Corte Penal Internacional (ningún Estado podría, al negarse a adherirse a su Estatuto, garantizar que sus nacionales sean inmunes ante este órgano);
- crear un Tribunal mundial de Derechos Humanos con jurisdicción obligatoria para todos los Estados según el modelo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos;
- crear una Corte Constitucional Internacional habilitada para evaluar la conformidad de las Constituciones, leyes y prácticas administrativas de los Estados con sus compromisos en virtud de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos.
Enviando
Los principios arriba definidos, así como lo esbozado para la renovación de las instituciones internacionales, son las condiciones para garantizar de que no habrá vuelta hacia atrás. Sin duda, algunos calificarán este proyecto de utópico. Pero el balance de poder sólo da la apariencia de ser desfavorable. La maldición de Covid 19 se transformará en una oportunidad sin precedentes si es la oportunidad para que los pueblos del planeta en todos sus componentes (profesiones esenciales y subestimadas, trabajadores migrantes y/o temporales indispensables, desempleados víctimas del cierre de fábricas por parte de accionistas codiciosos, refugiados condenados a la no-vida en los campos, jóvenes privados de un futuro, habitantes de chabolas y favelas, minorías oprimidas) emerjan en un espacio público planetario del que son ciudadanos para decir qué mundo rechazan y qué futuro exigen. Entonces confirmarán que la utopía no es el sueño imposible de una imaginación desenfrenada, sino más bien una forma de dibujar lo que aún no ha sucedido y que está en su poder hacer que ocurra.
Este documento no pretende ser un proyecto acabado, sino abrir el debate con la esperanza de que todos aquellos que se apoderarán de él, sabrán darle vida.
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