Unas semanas antes del 22 de febrero, cuando el régimen ha tapado el "hueco" en la presidencia, ya hay escritos que decretan el "fracaso" del Hirak, al que se acusa de haber sido demasiado "radical" o no lo suficientemente radical, de haberse negado a "negociar", de no haberse "estructurado", de no tener "representantes". Otros señalan la falta de "pureza ideológica" de un movimiento que incluye una gama bastante amplia de las corrientes ideológicas y políticas del país.
Los que tienen prisa por decretar el fracaso de Hirak son a menudo los que buscan las manos "invisibles" que mueven los hilos. Pero a fuerza de ser moldeado por un sistema perverso, uno termina por no ver lo que es visible: una sociedad que se ha puesto en marcha para reapropiarse de un Estado que ha sido privatizado durante demasiado tiempo en beneficio de los pequeños grupos y en detrimento de la mayoría. Este movimiento es inestimable y no se detendrá.