En todas partes, la soberanía de los pueblos es pisoteada por los mercados financieros, quienes representan sus intereses en las instituciones internacionales, de integración regionales y los estados. Para imponer sus intereses y deseos a los peublos y eludir las elecciones que ellos expresan a través de la deliberación colectiva - o reducir ellos a cero si es necesario - los denominados potencias capitalistas financieras evolucionan y actúan en los espacios y vínculos institucionales, jurídicas y territoriales multidimensional e interconectado que organizan y reorganizan los principios permanentemente por principios que se parecen más al sistema crítico auto-organizado del vuelo de estorninos que el de la centralización de El sistema de la Unión Europea (UE) que combina las relaciones interestatales y las instituciones políticas y tecnocráticas (Comisión Europea, Parlamento Europeo), jurídicas (Tribunal de Justicia de la UE) y financieras (Banco Central Europeo) supranacionales, es en el campo un arquetipo de lo que puede ser descrito, en la escala de una región mundial, como un poder global actuando contra los pueblos y los movimientos sociales que expresan la resistencia y tratan alternativas para resolver los problemas concretos que se enfrentan.
El equilibrio de fuerzas entre los poderes globalizados y los pueblos debe ser analizado mientras que la vida democrática de estos últimos, y la inserción de los individuos en la producción del trabajo queden territorialmente, excepto en un movimiento asimétrico, para el personal dirigente de hiper-empresas y los migrantes. Los primeros se"abastecen" de polos de riqueza en polos de riqueza según las oportunidades y los últimos siguen, a costa de sus vidas, las dinámicas del mundo capitalista para tratar de escapar a su mal estado y de víctimas de primera línea de los conflictos planetarios relacionados con el desarrollo de la pobreza y la desigualdad, las guerras y el cambio climático.
Esta relación de poder globalizados/pueblos también debe ser analizada tomando en cuenta el hecho de que los estados tienen auto-despojo de muchos poderes que tenían en materia de soberanía económica y financiera. Así, desde la década de 1970, frente a la liberalización integral de las operaciones de capital y a la ampliación permanente de las áreas de la vida social "mercantil" (transporte, alimentación, salud, educación, medio ambiente, etc.), los Estados han conmuntado una doble dinámica de pérdida progresiva del control de sus instrumentos de dirección económica (la moneda, los controles de capital, impuestos, etc.) y la regulación colectiva de las empresas (trabajo, la cohesión social, la industrialización, la educación, etc.). Los estados han estropeado su propia legitimidad política y moral, así que su poder, ha dejado en los mercados una parte creciente de los servicios que aseguraban a la población y renunciando a la influencia que les permitió asegurar y desarrollar sus recursos.
De hecho esta situación ha reducido el alcance de la intervención de la soberanía popular en la economía. Muchas preguntas (monetaria, financiera, etc.) que afectan directamente la vida cotidiana de las personas que no están soberanamente decretados por ellos, ni por los estados que dominan sus sociedades y territorios. Esta situación, en el proceso, también ha degradado el impulso de las fuerzas políticas dentro del Estado, sobre todo cuando se trata de fuerzas de izquierda que tratan de limitar el poder del dinero en la sociedad. Además, esta situación conduce a un debilitamiento de la capacidad del estado y de las instituciones para brindar una protección a los individuos, lo que empeora su crisis de legitimidad. Esto está perfectamente identificado por los pueblos y explica por qué la abstención estructural en las elecciones está aumentando. La disminución de la participación política corresponde efectivamente a la elaboración de un comportamiento colectivo racional en la sociedad. La gente toma nota de la impotencia de la política para asegurar el relevo de su demanda en el Estado y en las instituciones y se dan cuenta del debilitamiento de las estructuras estatales frente al poder financiero. Este hallazgo se suma a la percepción clara del papel de los partidos políticos, sobre todo los que se colocan en el centro de los sistemas de poder político y cuyos intereses se han fusionado con los de las oligarquías y del dinero, dejando no autonomía a la política sobre la economía y las finanzas.
En este contexto, la transformación reciente y trágica de Grecia en protector de los intereses financieros es un paso más en ese proceso ahora conmutado de todas partes. El capitalismo financiero y el sistema de las élites políticas, intelectuales y de los medios pro-systema, que administra los intereses, tienen un modelo político: autoritarismo de mercado. La democracia ahora se escucha solo como un modelo tolerado hasta que no pone en tela de juicio los marcos y las normas que aseguran la primacía de los intereses financieros y el enriquecimiento de los hiper-ricos. Esto es a lo que deben someterse los gobiernos y la deliberación democrática. En esta perspectiva, el autoritarismo de mercado es un modelo que promueve la represión - cultural y violenta – de los movimientos sociales y de la lucha contra el orden establecido.
Frente a esta configuración de poder en el mundo desarrollado en beneficio de los poderosos, que debería ser la acción y la contribución de los movimientos sociales para la construcción de una sociedad más justa, más igualitaria, más democrática y más pacífico?
Se puede preguntar si deberían trabajar en la reubicación del "demos" en el centro de los procesos de decisiones, en particular en el estado, para proporcionar un método y recursos colectivos de solución pacífica de la crisis del sistema mundial? Deberían comprometerse con la reubicación de poder abandonado en la finanza en el ámbito de la soberanía política? Se podría que este última se convierta en una técnica de humanización de la sociedad, de la economía y del mundo al servicio de un proyecto para construir un mundo mejor basado en el principio de la justicia social y la inclusión de los sectores subordinados en los asuntos de estado - cuya función debe ser trabajar para la redistribución de la riqueza - son los motores de la prosperidad?
Pero el estado - único sujeto en derecho de la soberanía - es un campo de fuerza y un instrumento de lucha relevante por los movimientos sociales o es más bien un instrumento de dominio, un poder que puede impedir el ejercicio de la democracia real?
La soberanía es o un concepto pertinente o una abstracción, una ficción? Soberanía política, la soberanía popular, la soberanía nacional? ¿De qué estamos hablando? Como registrar luchas por la soberanía alimentaria y energética más allá de la soberanía territorial? ¿Hay una correlación real entre soberanía y democracia en un mundo moldeado por la economía global, la creciente interdependencia de los Estados y de las sociedades, la propagación mundial de una cultura consumista dominante y la alteración de las formas tradicionales de la soberanía del Estado (en asuntos económicos y comerciales, también militar, de seguridad colectiva, de información debida a la influencia tecnológica, del espionaje de masas, etc.)?
El papel de los movimientos sociales no sería, en estas condiciones, de contribuir, frente a la influencia del capitalismo financiero, a la construcción de una sociedad mundial, al surgimiento de nuevas comunidades políticas y a la renovación de las formas jurídicas y políticas que rigen nuestras sociedades más allá de la "soberanía"? ¿Es posible transformar el campo global y más allá, el mundo, en territorio político? Si es así, cómo se organizaría la participación y la responsabilidad democrática?
Al contrario, podría ser que por primera vez en la historia, la humanidad no será capaz de construir un espacio político democrático general correspondiente al que ella dio a luz en la economía?