Las manifestaciones populares del 22 de febrero de 2019, que tienen lugar simultáneamente en la mayoría de las grandes ciudades argelinas, pero también en muchas ciudades medianas, constituyen sin duda la apertura de una nueva secuencia histórica en la historia política argelina. Marcan la entrada en la arena política de una nueva generación socializada en las dos últimas décadas, es decir, después del trauma de la "Década Negra" [1].
En términos económicos, se caracterizan por la creciente polarización entre una minoría social cliente del Estado rentista en un enriquecimiento escandaloso y una gran mayoría en un empobrecimiento continuo como consecuencia de las políticas liberales de desindustrialización, privatización y desmantelamiento de los servicios públicos [2]. Se caracterizan políticamente por la falta de una alternativa creíble debido al intento del Estado argelino y de las clases que representa de imponer un juego binario que los partidos de la "oposición" no han cuestionado por su adhesión a la liberalización económica emprendida por el Estado con marcha forzada: el caos o la resignación [3].
Se caracterizan a nivel de "identidad" por la integración de la corriente del "islam político" en el aparato estatal y en la burguesía compradora [4]. Se caracterizan sociológicamente por una creciente urbanización, una pirámide de edades con una base muy amplia, una tasa de escolarización en la enseñanza secundaria y una apertura al mundo a través de las redes sociales [5]. Finalmente, se caracterizan en términos de las experiencias de vida de este joven por la restricción del campo de posibilidades a la ingeniosidad y la "haraga" [6].
Es este cóctel explosivo el que llega a su madurez con el anuncio del quinto mandato, convirtiéndolo en el pretexto económico que expresa una causalidad sistémica como una presa que explota tras la continua e invisible acumulación de presiones en las últimas dos décadas.